viernes, 1 de febrero de 2019

Baldovar 923, entre vino y brasas


La Serranía, un lugar del que vivo enamorado y no es de extrañar, ya que cuando te sumerges por sus territorios, pueblos y aldeas, es imposible no salir embriagado.

En esta ocasión me escape a Baldovar, una aldea que se encuentra al Noroeste de la Villa de Alpuente a una distancia de 4 km. Es allí, donde un grupo de amantes del vino llevan a cabo un proyecto de viticultura de montaña. Jordi Vallès, Juan Alegre Soler, Juan Alegre López, Juan Tárrega y Manolo José Camarena son los responsables de cumplir un sueño, recuperar las variedades de alta montaña de la Serranía de Valencia con especial atención a la Merseguera.
El reto principal por el que han decidido hacer vino en Baldovar, es el de producir una uva de calidad, convirtiendo sus viñedos de viñas viejas a viticultura ecológica.

Es sabido que los viñedos viejos sí que tienen ciertas características por lo que potencialmente son capaces de ofrecernos una mejor uva. Pero como en todo, la calidad del vino no solo depende de la edad del viñedo, sino de cómo dicho viñedo ha sido trabajado, el suelo sobre el que se asienta y sobre todo de como el clima ha venido en el trascurso del año. Las viñas viejas, llevan mucho tiempo echando raíces en el terreno, por lo tanto llegan más profundo y esto nos garantiza que tendrán una nutrición más constante ya que pueden buscar agua y alimento mucho más abajo que un viñedo joven. También los que los viñedos viejos suelen ofrecer racimos de uva con mayores concentraciones, entre otras cosas, de azúcar y polifenoles. No debemos olvidar que la cepa vieja lleva años viviendo en el mismo sitio y se ha aclimatado al suelo logrando sobrevivir y equilibrando la parte nutritiva y la vegetativa, son menos productivas, pero suelen ofrecer uvas de mejor calidad.


Sumado a todo esto, el viñedo de Baldovar 923, no están tratados con pesticidas ni abonos de síntesis
química. Solamente tratan las cepas con azufre en polvo y con un preparado ecológico de cola de caballo, en ambos casos aplicados a mano. No utilizan tractor en los tratamientos por minimizar la compactación del suelo. Se labra lo menos posible para mantener la cubierta vegetal espontánea que nos da equilibrio en la diversidad de microorganismos e insectos en el viñedo, además de ayudarnos a controlar el vigor.

Como podéis entender, es un trabajo arduo e intenso para que los vinos que extraigan de estos viñedos sean consecuentes con la forma de entender el vino que tienen.
La primera añada que vinificaron fue en el 2016. Ellos saben que están ante una zona con un gran potencial… variedades autóctonas, terroir particular, altitud, uva de calidad y como no, un lugar donde vinificar único.


El enólogo de la bodega, Jordi Arnau Vallès, remata el trabajo en la bodega con la misma premisa que en el campo. Elaboran tres vinos: RASCAÑA - merseguera + macabeo, CAÑADA PARÍS – merseguera, CERRO NEGRO – Mencía. No usa levaduras, ni clarificantes, ni enzimas, ni nutrientes, ni productos químicos, solamente una pequeña dosis de sulfuroso para evitar oxidaciones y contaminaciones. Es decir, el vino que hacen está mimado desde el campo hasta que se embotella y eso es algo que merece que este proyecto tenga una trayectoria hacia el triunfo.
Pues después de esta bonita historia de gente emprendedora, tocaba probar esos vinos y como no, acompañarlos de una comida a la brasa. Los dos vinos blancos que hacen en la bodega pueden jugar perfectamente con platos de carne y embutidos.


Los dos vinos blancos Rascaña y Cañada Paris, me parecieron unos vinos increíbles para acompañar platos a la brasa. En resumen una jornada de disfrute en Baldovar.






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