Siempre me ha gustado viajar y conocer nuevos lugares,
sabores y olores, pero hay dos formas básicas de viajar: Una es desde el
destino inicial al destino final del tirón y otra, la más placentera bajo mi punto de
vista es ir recorriendo el camino hasta el destino final viviendo con
intensidad el viaje. Y es eso lo que he hecho en esta ocasión, un viaje
iniciático en busca del Sur, un lugar que deja de ser una situación geográfica
para pasar a ser un estado del alma...
En este caso, el destino era ir a conocer la cocina de Ángel
León en su Restaurante Aponiente en el Puerto de Santa María, lo que nos llevó tres días llegar hasta él.
La primera parada fue en Córdoba, una ciudad en la que puedes
soñar fácilmente callejeando por sus callejuelas de su casco antiguo. Y una vez
en Córdoba no podíamos dejar pasar por alto probar algunos platos de su cocina
más popular, como es el Salmorejo Cordobés, las berenjenas rebozadas rociadas
con miel de palma o la cola de toro. Pero aunque la gastronomía es un factor
importante que identifica un lugar, otra parte importante son las costumbres y
tradiciones populares, que son las culpables de despertar sentimientos
escondidos. Como me sucedió la noche que estuve en Córdoba... salir de cenar ir
andando por esas callejuelas con poca luz del casco antiguo y encontrarte un
Paso de la Semana Santa por la calle ¡no tiene precio! El sentimiento que se
imprime en lo que haces, sin ninguna duda, es la marca que diferencia las
cosas...
En este periplo llegué a Jerez de la Frontera un lugar donde
el Fino corre por sus Tascas y Tabernas. Aquí es donde sufrí la segunda
experiencia gratificante del viaje. Justo delante de la catedral de Jerez
tropecé con una Tasca pequeñita, un lugar que al entrar la música flamenca que
tenía ya te inspiraba llenándolo todo, con sus paredes repletas de recuerdos
relacionados con el vino, los Toros y el flamenco. Tras la tercera copa de un
Cream del Tío Mateo, empecé a sentir toda esa concentración que tenía el local
y me sumergí en el sentimiento del Sur... Sí, igual esas copas ayudaron!! Pero
esa sensación de sentir la música dentro, el aroma del vino cada vez que me lo
llevaba a la boca y el característico deje de la gente del lugar al hablar fue
algo mágico que me hizo entender las cosas que me estaban sucediendo.
Creo que fue un acierto parar en Jerez de la Frontera y
conocer de primera mano sus bodegas. Y el triángulo que conforma una de las zonas
con tipicidad en sus vinos, como son, las poblaciones de Jerez, San Lucar de
Barrameda y El Puerto de Santa María.
Un zona que evoca luz, destellos de sol, aromas a la sierra
cercana, la brisa marina y el olor a madera de sus botas de vino. Y si a todo
esto se le suma un proceso de elaboración único, diferente, totalmente
biológico y natural, el resultado es mágico.
Entre sus vinos generosos encontramos el Fino que se caracteriza
por su color amarillo pajizo, se toma frío pero es seco al paladar, y además
intenso, suave y ligero, con un aroma delicado de aire almendrado. Todo esto
gracias a la crianza bajo velo de flor. Tenemos
el Amontillado, que comienza su vida con una primera fase bajo velo de flor
seguida de una fase de crianza oxidativa. Resultando un vino de color ámbar, de
aroma avellanado, punzante atenuado, suave y lleno al paladar. Lo sigue el
Oloroso, un vino seco, de color ámbar a caoba, de aroma muy acusado, que
recuerda a la nuez, de mucho cuerpo, con grado alcohólico entre 17º y 22º. Para
su crianza, el vino se encabeza por encima de los 17º, con lo que se provoca
una crianza exclusivamente oxidativa. Algo que hace destacar a este vino es su
suavidad y elegancia. Pasamos al Palo Cortado, de color caoba, es un vino elegante
y persistente. Se dice que aúna la elegante nariz del amontillado y la
corpulencia en boca del oloroso. Y terminaríamos con la Manzanilla, de color
pajizo, aroma punzante, seco y ligero al paladar, poco ácido. Todo gracias también
a la crianza bajo velo de flor y del microclima de las bodegas situadas en la
ciudad de Sanlúcar de Barrameda.
Y con todo este conocimiento y sabiduría sobre los vinos de
esta zona, ya estaba preparado para seguir el viaje hasta el destino
final, El puerto de Santa María. Y es aquí, cerca de la desembocadura del río
Guadalete y en la calle del Puerto
Escondido, donde tiene Ángel León su Restaurante Aponiente. Un proyecto que nació
en el 2008 y desde entonces ha ido ganando reputación gracias a la constancia y
saber hacer del Chef del Mar. Esta temporada 2014 comenzaba con un menú de 24
platos salados y dos postres con el nombre de “Mar de Sentimientos” nunca mejor
dicho. En la descripción de los platos en la carta solamente se podían leer el
elemento principal que iba a conformar el plato, el resto quedaba un poco al
aire para que el comensal pudiera descubrir sabores. Os voy a dejar con las
fotos de los platos y su descripción…
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Huevas de lisa y sarda en semi salazón |
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Tartar de salchichón de Lisa (bajo) y chorizo de Boga (arriba) |
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Sardina ahumada con huesos de aceitunas, berenjena y pan marroquí |
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Cazón en adobo ligero cocinado a baja temperatura |
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Temaki de algas y plancton con bocas |
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Caballa en adobo con una emulsión de su propia grasa y harisa |
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Espuma de ostra bajo galleta de ostra liofilizadas y polvo de plancton |
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Tortita de camarones |
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Navaja cocinada a baja temperatura con oloroso y alcaparras |
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Chocos con caldo, pepino y esferas cítricas |
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Chocos con papa y hierbabuena |
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Huevas de choco con salsa bearnesa de tinta y cebolla con oloroso |
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Agua de tomate, miso, lechuga de mar y mojama |
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Empanadilla de nabo rellena de plancton con wasabi y gamba |
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Gazpachuelo de mar con gelatina de lapas y nieve fría |
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Pechuga de pichón curada con sal de anchoa |
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Mejillones envueltos en papada ibérica de cerdo, laminas de altramuces y sopa de ajo |
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Plancton con verduras y empanadilla de Gorgonzola |
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Langosta con jugo de langosta, langostinos y cangrejo |
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Arroz con plancton tetraselmis y algas |
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Callos marineros con pieles de atún, chorizo de lisa y colágeno de raya |
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Atún al horno con salsa de civet de venado, fresa y puré de castañas |
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Helado de limón, bergamota, requesón y crujiente cítrico |
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Alfajor de Medina, Almendra y canela |
Y que decir del maridaje llevado acabo por Juan Ruíz, que nos sorprendió con cada uno de los vinos que nos sirvió.
En definitiva una experiencia para los sentidos que te hace sentir y apreciar el amor por la cocina y por el mar desde un punto de vista muy particular.
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